Cada día le doy "una vuelta" a la guerra rebuscando aquí y allá. Voy entre agencias para no quedarme empantanado en posiciones estancas y rulando por diferentes medios que se autodenominan independientes e intentan serlo y hay días en los que tengo una sensación parecida, salvando las más que obvias diferencias, a cuando consultaba los datos de la evolución de cada jornada durante la pandemia.
Lo único racional y medianamente saludable para el tarro es confiar/desear que acabe cuanto antes. Asomarse a las redes para buscar información de la guerra es el peor de los ejercicios que se puede hacer porque el ambiente es insufrible.
En tuiter, los belicistas de salón repiten arengas marciales como loros y los que creen que un jaleo armado de este calado se solucionará invocando a la pachamama se dejan las yemas tuiteando fuertecito. En medio y en tierra de batalla de nadie, como siempre, el personal espichando a buen ritmo.
En los medios tampoco se encuentra el equilibrio, un día estamos al borde de la hecatombe nuclear y al otro ya no. Lo único que tengo muy claro es que como analista de conflictos no podría ganarme la vida.