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Autoridades, vecinos, amigos todos...

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Actualización urgente : Debido a la gran cantidad de peticiones de mis amigos (porque son míos) añado la foto de la foto la de etc, etc de mí persona tomada justo segundos después de pronunciar el tan glorioso pregón que se reproduce bajo estas líneas.

Cuando recibí el burofax del alcalde que me anunciaba la buena nueva de que mi persona, entiéndase yo, era el afortunado mortal elegido para pregonar las fiestas  me sentí lleno de orgullo (y satisfacción, que va siempre junto a orgullo en todos los diccionarios)  además de un sonoro y oloroso  estremecimiento de tripas ante tamaña responsabilidad.

Antes haré una breve, pero muy coñazo, semblanza de mi persona como es de rigor en este tipo de carretes reales.

Nací a una muy breve edad que no me impidió convertirme enseguida en el protagonista del parto, durante varias horas la comadrona y demás efectivos sanitarios se emplearon a fondo en un enconado debate sobre la idoneidad de colgarme el cordón umbilical a modo de medalla al reparar en mi simpatía.

Pero como de siempre he sido una persona muy humilde y desprendida comuniqué mi primera voluntad de donar el pitraco que me habían extirpado del ombligo a la ciencia del cosmético, con lo que además me aseguraba que una parte de mí, nada más nacer, estaría enseguida en contacto con la piel de varias señoras.

Mi infancia consistió principalmente en ser niño y se prolongó justo hasta hasta  el día en el que decidí que se había acabado y me hice adulto, retrasarlo era de retrasados.

Mi primer gesto de madurez consistió en arrancarme las rodilleras de los pantalones de pana en presencia de la persona que las había cosido durante años.

Ya de adulto con acné fui muy amigo de mis amigos, más que nada porque sólo tenía dos y no estaba el saldo para desplantes.

Cuando el pus no era más que un recuerdo ya llevaba una década trabajando con la sana intención de emanciparme, término que me parecía un acto muy de hombre que era a lo que por aquella época había que aspirar por imposición paterna.

Y como detrás de todo gran hombre hay una gran mujer (y que se le ocurriera en aquella época a alguna ponerse delante) me agenciaron unas primeras nupcias,  nunca entendí que se describiera en plural algo que luego venía con sólo una mujer.

Sin darme cuenta me veo convertido, siempre por méritos en propiedad, en la voz de las fiestas, la ilusión de mi vida.

Pero ahora es momento de comer hamburguesas nucleares Uranga a dos carrillos y de postre un algodón pinchao en un palo, toca de pagar una ración de jamón a precio de un kilo de coca mientras exponemos los tímpanos al tunel de decibelios perforantes entre una caseta que suena a hardcore del King de África y otra a  sevillanas chill out.

Es la hora de subir a los nenes, durante tres minutos, en una rana de plástico a precio de billete  AVE Sevilla-Nueva Zelanza, de ponernos hasta las cejas de polvo mientras paseamos con la sonrisa puesta y las retinas quemadas a fogonazos multicolores, si nos salvamos, un infante cabrón nos las punteará con un láser no homologado.

Pasearemos entre las sábanas blancas de los negros, la manta no existe, es mentira, hasta encontrar el puesto donde comprar el muñeco serpiente fluorescente que baila el chiki chiki.

Llega la oportunidad, que llevamos todo el año esperando, de arremangarnos y pegarle una buena hostia cani a un cacho de cuero que cuelga de una máquina con siete capas de colorado titanlux hasta que se encienda la bombilla que lleva arriba al tiempo que suena una sirena futbolera.

Vinito en vaso de plástico con publicidad, un paseo en los riñones de choque y un billete para la noria con la esperanza de que este año nos paren el canasto arriba del todo para poder contemplar asombrados un mogollón de puntos brillantes sobre un fondo negro como culo de mono.

Y por la tarde a los toros en procesión. Con la neverita a cuestas y las gafas de sol, hay que llenar la plaza  para revolcarnos entre grumos de sangre viendo enviudar a las vacas,  entre  gordos que emiten fumarolas de puro con semblante de guionista de peli gore, abanico castizo, pasodoble cañí, escote de topos,  pañuelo blanco y almohadilla arrojadiza.

Vuelven los momentos de mirar los cohetes, con los ojos muy abiertos, esquivando las varillas que bajan de punta y exclamando la O sostenida como única vocal sin olvidar comentar con los que están a tu alrededor que los del año pasado fueron más bonitos y duraron mucho más.

Ahora salgamos a la calle con alegría, yo lo hago con mucha más este año ya que me lo pagarán todo estos estirados con corbata, ya era hora, que llevan todo toda la vida comiendo langostinos a mi costa.

Celebremos que  nosotros somos importantes y ellas sólo guapas.

¡Anden y váyanse a la feria!


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