Tengo un colega con el que, cuando coinciden los astros, intercambio parrafadas sobre eso tan agridulce, y en ocasiones maltratado, de la actividad artística. Él conoció bien ese campo antes de marcharse, se llama Víctor, es andaluz y vive en China.
Los extranjeros que viven allí, parecen haberse acostumbrado a que China es «asín«. La sensación de las opiniones de estas personas es que el gobierno no es tan malo como cuentan por Europa pero tampoco lo bueno que debiera.
En una nota, una de tantas sobre el canon, en mayo del año pasado, Víctor proponía en todos pusiésemoss en descarga en nuestros servidores una canción de un autor de los de la SGAE (ver en comentarios aquí)
Ahora que empieza a leer que Google puede abandonar sus actividades en China para no tener que seguir pasando por el aro de la censura China y sus filtros capantes. Así que he vuelto a recordar el cruce de comentarios y un par de aquellas conversaciones de voz por Skupe con el andaluz achinado.
El asunto este del #manifiesto y sus ramificaciones en subproductos corre el riesgo de entrar en la resaca crónica de los excesos de figuración, porque parece que ahora se plantea como un problema nuevo cuando es el de siempre, sólo ha cambiado el escenario.
¡Internet no será la tele!
Grita alguien al tiempo que pregunta cuál es su cámara.
La red no necesita líderes porque no son líderes naturales, el medio los acabará rechazando como un órgano mal trasplantado.
Andamos ya más que sobrados de guruses, los discursos gastados del nuevo modelo de negocio, de la libertad y de llamadas a la desobediencia civil de cartulina deberían aparcar la repetición de frases hechas y gastadas para dar la espalda a los poderes únicos y totalitaristas, vengan del rincón que vengan, y retomar la construcción de la montaña del conocimiento que la tenemos llena de rastrojos y geranios de plástico.
Y el que quiera coronar la montaña para ponerle su bandera recibirá una patada el culo y acabará pastando a las faldas.
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