
Entrevista de Raquel García / Caricatura: Fran Cornejo / publicada el 11 /12/2015 en el nº 5 de la desaparecida revista MLPZ de milapiz.es
Joaquín Segarra Pérez es un artista en el sentido pleno de la palabra. Pero, también, es un creador incansable y un luchador nato. Lleva toda la vida con eso del pintorreo y del garabato, pero, también, jugando con las palabras. Cuando llevaba algunos años estudiando Bellas Artes, abandonó sus estudios convencionales y nació el mítico fanzine Kastelló. Nueve años de vida y 101 números son el resultado de un intenso trabajo que desarrolló en los años 90.
El último número no significó el final, sino una nueva etapa. Sus personajes, historietas, viñetas, relatos y poemas podemos verlos ahora en su blog Un Planeta llamado Acapu.

¿Por qué elegiste firmar con Acapu?
La verdad es que no lo sé. Ese nombre, Acapu, surgió cuando yo tenía 13 o 14 años, jugando en casa con mis herman@s a agentes secretos: me inventé un código secreto y mi nombre según ese código era Acapu. Y fue creo que un par de años más tarde cuando empecé a firmar algunos de mis dibujos así.
Y al poco se convirtió en algo fijo... no sé, a veces pienso que no lo elegí yo, sino que, de un modo u otro, surgió de un modo natural. Hace 5 o 6 años me enteré de que hay un árbol que crece en la selva del Amazonas que se llama así: Acapu. Me gusta la idea de que mis dibujos los firme un árbol...

¿Cómo empieza tu relación con el garabateo y la ilustración? Porque he visto que cuando te quedaba un año y medio para terminar tu carrera de Bellas Artes lo dejas todo por Kastelló. Una publicación semiprofesional, ¿cómo se lo tomó tu entorno?, ¿te arrepientes?, ¿qué te pasó?
Bueno, desde siempre, yo me recuerdo siempre dibujando, creo que nos pasa a much@s dibujantes, que ya de niñ@s estamos ahí con el lápiz, o el boli, los colorines... buscando un trozo de papel donde copiar algún personaje de los dibujos animados, en mi caso era Mazinger Z, o Ruy el pequeño cid, Heidi, Marco... En el colegio yo era el que dibujaba, y recuerdo en el instituto llenar los espacios en blanco de los libros con caras y más caras (me encanta dibujar caras), y con personajes estrambóticos, y probar a hacer chistes gráficos... También empecé a pintar, con 16 o 17, al óleo en azulejos pequeñitos... Y cuando vi que se terminaba lo del instituto, la elección estaba clara, aunque dudé entre Arquitectura o Bellas Artes... mi opción fue esa, y ahí que me metí. Lo que pasó a medida que pasaban los cursos fue una mezcla de desencanto y de transformación personal.
Tuve la suerte de compartir piso esos años (yo soy de Castelló, y estudié en la Facultad de San Carlos de Valencia) con gente que me hizo descubrir todo un mundo que yo hasta entonces desconocía: música y literatura que hicieron que me replanteara mi universo. Hablo de grupos de música como Barricada, Leize, Bruque, Extremoduro... y escritores com Hermann Hesse, Aldous Huxley, George Orwell, Unamuno, Ortega, también la sociología y la psicología que surgió del psicoanálisis de Freud: Erich Fromm, Carl Gustav Jung, Wilhelm Reich... Y la poesía de Neruda, Celaya... no sé, en mí se hizo un cóctel que me llevó a una crisis muy fuerte, donde entró en choque mis ganas de soñar y luchar por un mundo mejor con la realidad pura y dura.

Título: Kastelló 76
Año: 1999
Páginas: 44
Tamaño: A5
Autores: Luán Mart, Elvis Pérez, Asdinjo, Alimotxe, Álex Estrada, Bartolomé Ferrando, José Tarragó, Vicente Muñoz, Claudia Parentela, Fabián Sotolongo, J. Lópeza de León, Carlos Andújar, Luis Pozo, Ragedi Rawney y otros
Descargar (PDF)
No fue fácil, mi entorno familiar no se lo tomó bien, pero al final conseguí la comprensión que me permitió iniciar aquella aventura de Kastelló, junto con Enric Cervera, uno de mis compañeros de piso que aparte de ser un experto en informática tenía una sensibilidad tremenda y una actitud también muy crítica con la sociedad que vivíamos entonces, la de los 90.
En fin, éramos un bellas artes y un informático (también Andrés y Pere, también gente crítica y también informáticos, aportaron lo suyo en aquellos inicios) que nos combinamos muy bien para sacar adelante, con periodicidad mensual, un fanzine que, en fin, ahí está su historia, con el tiempo creció hasta el punto de remover los acomodados cimientos culturales de nuestra ciudad, Castelló, y también conectar con el rico y variado mundillo underground del estado español de aquella época.

Lograr mantener una publicación hasta los 101 números no es nada fácil, ¿qué recuerdas de aquellos años? ¿Y como todo tiene un final, por qué desapareció Kastelló?
No, no es fácil... tú lo sabes porque conoces a un experto en el tema, J.R. Mora, a él lo conocí en aquella época. Lo de hacer un fanzine es toda una historia, implica tantas cosas... no solo es el contenido (dibujos, textos, maquetación...), es también la imprenta, conseguir los dineros para sacarlo adelante, la coordinación con los colaboradores, el correo... ufff.
En Kastelló desde el nº 4 nos metimos de lleno en la opción de financiarlo casi por completo con la publicidad. Era lo más duro de todo, al menos para mí, eso de hacer de agente comercial no se me da bien... pero aún así conseguíamos reunir una buena cantidad de anunciantes en cada número, sobre todo eran pubs, cafeterías... lo que nos permitía publicar con periodicidad casi mensual y con tiradas que oscilaron entre los 300 y los 1.000 ejemplares cada número.

Y esa línea la mantuvimos hasta el nº 87 (9 años después de empezar), que fue cuando Kastelló desapareció, aunque en los años siguientes saqué unos cuantos números más hasta llegar al 101. A ver... fue una experiencia tremenda, sales a la calle con tu arte, y aquí es donde respondo a una de tus preguntas anteriores: nunca me he arrepentido de abandonar Bellas Artes para meterme en cuerpo y alma con Kastelló.
En Bellas Artes aprendí mucho, pero había allí algo de falsete, de previsible, de autocomplaciente, de ajeno a la realidad y con Kastelló todo era distinto. Es verdad que los medios eran precarios, que sobre todo al principio la estética iba muy en la línea del típico fanzine radical de aquellos años (blanco y negro y aprovechar al máximo cada espacio), que para la mayoría de la gente aquello no pasaba de ser algo simpático y divertido. Muy alejado del Arte con mayúsculas.
Para mí aquello fue arte con todas las letras, con mayúsculas o con minúsculas, pero mucho más valiente y auténtico que lo que hacíamos en Bellas Artes.
Es verdad que en la facultad nos sentíamos muy en la última onda porque habíamos estudiado las vanguardias artísticas del siglo XX, sabíamos lo que era el dadaísmo, el cubismo, el futurismo, el surrealismo, el expresionismo abstracto, el arte pop y coqueteábamos con la postmodernidad más postmoderna, pero... jo, ¿y la justicia social? ¿y la explotación de la minoría sobre la mayoría? ¿y los roles que nos estaban inculcando para encajar en la sociedad capitalista y ser artistas complacientes con el sistema establecido? Con Kastelló dimos un salto, ya no un gran salto para la Humanidad o para el Arte o para la Leche en polvo desmerengada, no.
Esta entrevista continúa en la página 2