
Fue un salto para quienes lo vivimos. Yo notaba esa excitación entre la gente que aquellos primeros números participábamos en la elaboración de los números y compartíamos ideas y probábamos cosas nuevas y salíamos a repartir los ejemplares, y hablar con colaborador@s, asociaciones, colectivos...
Estábamos haciendo algo nuevo y lo estábamos haciendo en el mismo lugar y en el mismo tiempo en el que la normalidad trataba de hacernos creer que nada nuevo era posible. Pero... claro, ya desde el principio no fue fácil, quien más y quien menos fue anteponiendo sus carreras universitarias, las expectativas de sus familiares y de su entorno, a cualquier aventura. En resumidas: al final me quedé solo en el salto. Y sostener aquello yo solo fue un esfuerzo tremendo. También reconozco que tuve mis errores, y es que a veces no nos damos cuenta de las trampas, de detalles que poco a poco van frenando aquel primer entusiamo...
Y, en fin, reconozco que mientras mi entorno se iba acomodando, iba buscando su sitio dentro de un sistema que yo rechazaba de plano, yo me enrocaba más y más en mis verdades y al final no pude con todo.
Los últimos años de Kastelló fueron los de más reconocimiento en el ambiente underground, porque la experiencia me permitió mejorar y cada nº era una pequeña obra de arte, gracias a los escritores, poetas, dibujantes, articulistas, etc que con los años habían ido sumándose desde diferentes puntos del país (y también de fuera) y conseguían darle forma y fuerza a las páginas de Kastelló. No voy a mencionar a ninguno, porque no quiero olvidar a nadie, pero era gente que, cada un@ a su manera, abría nuevas puertas a la crítica y a la expresión artística... yo estaba muy orgulloso de ser su editor, y tuve la suerte de compartir buenos momentos con la mayoría de ellos y aprender mucho, quizá aquellas experiencias personales fueron lo mejor de aquella aventura fanzinera.
Pero esos últimos años de Kastelló también fueron los de más desgaste a nivel de relación con mi entorno más próximo, el familiar incluido. Y lo que marcó el final de Kastelló fueron las desgracias a nivel personal. La muerte de mi padre, junto con la de uno de mis tíos y también el fallecimiento de Alimotxe, uno de los colaboradores emblemáticos de Kastelló y un tipo excepcional... Bueno, fue "demasié pa'l body", yo a esas alturas estaba muy harto de todo, muy frustrado, y al final decidí dar por terminado el tema, para evitar males mayores.

Resumiendo: fue una época muy intensa y que no la cambiaría por nada en el mundo, aunque sé que es irrepetible. Fueron los años en que internet empezaba a escucharse como algo lejano y que poco a poco iba entrando en la vida cotidiana, no tenía nada que ver con ahora, en aquellos tiempos la única manera de publicar y llegar a la gente era así: imprimiendo ejemplares, tinta y papel.
En ese contexto Kastelló fue posible, y tenía un sentido, fue uno de los muchos cantos del cisne que hubo entonces en Europa. Cantos del cisne de ese medio de comunicación, el fanzine impreso y combativo, y de todo lo que significaba en aquella época para mucha gente la lucha a pie de calle. Pero cuando empezó el siglo XXI todo empezó a ser muy diferente... Y yo, lo confieso, no me supe adaptar, ni de lejos. Había dado demasiado de mí, y estaba muy cansado.


Repasando tu currículo deduzco que eres un buscavidas.
Has compaginado la creación del imaginario de Acapu con trabajos como vigilante, recolector de naranjas y aparcacoches de un bingo y hasta ayudante de peluquería.
¿Tan difícil es ganarse la vida dibujando? ¿Por qué?
No soy tan tirado pa'lante como pueda parecer, no... sí que soy bastante temerario para según qué cosas, pero en general soy bastante paradote en lo que a buscarme la vida se refiere, mi mundo es el de las letras y los dibujos, los libros y los cuadros, las reflexiones, la imaginación... pero me siento bastante perdido a la hora de eso, de encontrar un trabajo, o de mantenerlo...
La mayoría de los trabajos que he hecho han sido muy temporales, en eso estoy muy en la línea de la realidad laboral de tanta gente... pero si sobrevivo es sobre todo gracias a la solidaridad de mi entorno familiar, porque lo de ganarse la vida dibujando, o escribiendo, o editando, o pintando cuadros, sí, es muy difícil, no sabría decirte por qué, es algo muy común en todo lo relacionado con las artes, también pasa en el cine, el teatro, la música.
Al final es muy poquita la gente que puede vivir de esto. En ese sentido estoy muy resignado, sigo enviando currículums de aquí para allá, participando en concursos... pero ya no creo que a estas alturas consiga tener ingresos regulares por mi trabajo. Lo único que me queda es seguir dibujando, escribiendo, tratando de mejorar cada día, aunque
el estímulo de que se me valore profesionalmente no exista, yo sigo trabajando como lo hace cualquier profesional.

Y en medio de todo este trabajo, compaginando tus viñetas con tus otras ocupaciones, tienes hasta varios libros como "Ancla tu mirada" o "Las palabritas de Julia". Encima, también, escribes relatos cortos y poesía. ¿Eres superman, cómo te organizas?
No. Ni de lejos. No hay ningún superpoder, ya me gustaría... Quizá es que me gusta mucho todo lo relacionado con escribir, dibujar, pintar... y desde hace unos años he cogido la costumbre de mantener un ritmo regular, aunque a veces se interrumpe por otras ocupaciones que den algo de dinero, en general estoy siempre cavilando sobre una nueva viñeta, o una nueva frase que defina una realidad social o que le dé la vuelta a los discursos que nos vienen desde arriba.

Escribo relatos desde los 16, y poesía desde los 18 años, y ya tengo más de 40. Llega un momento que eso es mi día a día, como beber o comer, estoy acostumbrado a buscar puntos de vista distintos. No me resigno a plegarme al discurso oficial, a la machacona repetición de tonterías que nos invitan constantemente a la sumisión.
Para mí la creatividad es una forma de resistencia, de resistencia activa, porque hoy día las cadenas del esclavo son sobre todo cadenas mentales, y un buen antídoto es tener bien entrenada la mente, para que no se deje engrilletar. Y sé que para conseguir conectar con quien me lee tengo que practicar mucho: hay días que no se me ocurre nada, pero encuentro un momento para dibujar algo sin más, unas caras, o unas líneas, o garabatos sin sentido, o pintar con Photoshop una viñeta que dibujé sobre papel meses atrás.
Esta entrevista continúa en la página 3