La farola de la risa

Qué les voy a contar que ustedes no sepan.

El desfile, el paraca, la bandera, la farola y cataplof. Una pieza sublime. Una obra maestra del humor con una carga simbólica muy potente.

Y claro, explosión de chistes relacionados. Algunos muy buenos.

Por allí abajo, en ese micromundo histriónico y acelerado de Tonter han corrido los memes y las chuflas como mandan las leyes no escritas de internet.

También ha pasado eso que siempre pasa. El micromundo al final no es tan distinto del macro, otros se han enfadado con los que no estaban enfadados y se divertían. Y les reprochaban los chistes.

Los de los chistes siguieron a lo suyo, contándolos a tecla llena hasta que no quedó ninguno por contar. ¡Viva el humor¡ !Arriba la farola!

Y de repente, se rompió el humor.

Felisuco tuvo un derrame humoroso y lo puso todo perdido. El antes autoproclamado cómico, ahora diputado en Cantabria por el partido ese que pierde gente a chorros, se indignó muy fuerte por (según sus mal alineadas entendederas) la ruindad y mezquinismo de uno de los chistes más tontos, blancos y olvidables que se hicieron.

La emisora del juego de palabras, viendo que el balón le había caído a los pies a medio metro de los tres palos, chutó a puerta vacía.

¡Extra, extra! ¡Han contado un chiste!

Lo que viene después es el dramón padre por una soplagaitez de alguien que dijo algo, por tonto que ese algo (o alguien) sea.

Diarios deportivos escribiendo de lo suyo, de chorradas.

Todo aquel que escribe "zasca" en un titular debería ser condenado a tres o cuatro cadenas perpetuas de pellizcos.

Y así tol rato...

Los Arde Tuiter no nacieron en Tuiter, los parieron los medios y su agonía de rebañar clics llevada al extremo.

Media España, puede que más, se hartó de contar chistes. Actividad muy saludable, por cierto. Pero para los rancios, cutres y pasquineros, si alguien bromea es motivo más que suficiente para agarrar el teclado con fuerza y aporrearlo hasta que todo el mundo sepa que... todo mal.