Luces de Navidad.
Viñeta del 23/11/2019 en CTXT
La competición de los alcaldes por gastar más pasta para poner más y más bombillas de colores es pornografía política, un espectáculo obsceno. El populismo de baja intensidad al que ya nos hemos acostumbrado.
El cateto del alcalde de Vigo, sabiendo que estos chous dan buenos tontolares y que las redes se encargarán de engordarlos, entró en concurso con el alcalde de Madrid para demostrar cuál de los dos es más castrojo. Para ello usaron más y más pasta del contribuyente. Un millonazo de euros en luces se han gastado, el año pasado fueron 840.000. El contribuyente, que no cabe en sí de excitación y orgullo admira el manto de chiribitas que ilumina las zonas comerciales y aplaude.
Madrid no iba a ser menos, en el consistorio agarraron y se gastaron nada menos que tres millonazos de euros, un 27'7% más que el año pasado en luces de colores. En el resto de ciudades no es muy diferente, cada alcalde retuerce o multiplica su presupuesto para exhibir su poderío lumínico como el emperador que planta un monolito de neón simbolizando su conquista.
En Málaga han sido 800.000 euros en bombillas con Antonio Banderas haciendo de encendedor municipal, el mismo que un día lanza mensajes muy comprometidos contra el cambio climático, en defensa del medio ambiente y todo eso y al siguiente le da caña al encendido de toneladas de luces LED. La pugna por demostrar quién es más chulo despilfarrando dinero y energía no entiende de contradicciones.
¿Cómo que no hay huevos?
Cuando no son lucecitas, son fuegos artificiales o banderas. Todo debe ser artificioso y caro. Como en Sevilla, donde el ayuntamiento se gastó en agosto 197.000 euros en cuatro banderas. Lo que no es normal es que los vecinos no tiraran al alcalde al pilón por gastarse ese pastizal en banderas.
El viento ha destrozado una de esas banderas, la de España. La metáfora es preciosa. No hay más patria que la madre tierra y sus elementos, que pueden derribar cualquier artificio patriotero.
Pronto vendrá la avalancha de noticias manidas sobre cosas de la lotería y las polémicas ridículas sobre pesebres y cabalgatas. Los alcaldes abrirán el año nuevo midiendo el éxito de su gestión en kilos de caramelos lanzados y a poco que pestañee se habrá acabado del todo la siempre loca Navidad.
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