Conocí a Markus hace apenas dos semanas pero ya parece un amigo de la infancia, es lo que tienen los bares.
Markus vino de un país que nunca es noticia por nada. Su ciudad, de difícil acceso, sólo es conocida por su dulce de pera, fuente principal de los ingresos de la localidad.
Ayer volvimos a encontrarnos, entró e hizo lo de siempre, tras hacer su ronda de saludos y visitar la máquina de tabaco, pidió su zumo de pera y se sentó con el pescuezo levantado hacia la tele.
Nunca parece tener nada importante que contar, acostumbra a seguir como puede cualquier conversación que se inicia.
Pero esta vez le echaba vistazos nerviosos a la televisión, unas imágenes sin sonido de la huelga de funcionarios de ayer.
Nos miraba a todos por turnos con cara de sorpresa, como buscando una explicación a lo que estaba viendo. Incluso los más borrachos se dieron cuenta.
Cosas de la política
Cuando conseguimos explicarle lo que significaba aquella reunión de personas con banderas y gorras rojas, nos contó la increíble historia sucedida en su tierra.
Por lo visto, los vecinos de su pueblo, nadie sabía determinar desde cuando, empezaron a dejar de interesarse por la política y las cifras altas de la abstención en las elecciones municipales eran algo ya a lo que todos se habían acostumbrado.
Por más que los candidatos a las municipales visitaban a los trabajadores de las numerosas fábricas de dulces de pera con la mejor de sus sonrisas plastificadas, nunca conseguían despertar ningún interés por sus discursos.
Cuenta Markus que un año nadie acudíó a votar a las elecciones generales, la mayoría admitió días después que se habían olvidado por completo de aquella cita. Muchos de ellos habían estado muy ocupados desde hace meses preparando una fiesta para celebrar el día de la pera, con la idea de conseguir que fuera declarada fiesta de interés nacional.
La jornada electoral terminó sólo con los votos de los integrantes de las cuatro mesas electorales y los de algunos familiares, que no todos, de los dos únicos candidatos.
Cuando los políticos, preocupados por tener que repetir las elecciones y la repercusión mundial que tendría aquel suceso en los medios, subieron al llano donde se habían congregado los vecinos se toparon con una fiesta en la que se habían organizado todo tipo de actividades relacionadas con el dulce de pera.
Encontraron una carpa donde algunos se exponían ideas para la promoción del dulce local, todo rodeado casetas con actuaciones, exposiciones y juegos
Markus sonríe describiendo la cara de los candidatos cuando encontraron aquella reunión espontánea en sustitución de lo que ellos llamaban la" fiesta de la democracia" y dice que jamás olvidará el día que una pera cambió la historia.
Y seguro que luego politizaron la fiesta de la pera.
Pues ya sabe una vez al mes un día dedicado a la Pera.