Villarejo es uno de mis guionistas favoritos. Creo que hubiera hecho una carrera muy fructífera como personaje invitado en las páginas de Makinavaja o currándose historias de pasmas casposos para los tebeos de Boldú, o de cualquier otro autor de la época.
Hasta lo veo protagonizando alguna de aquellas fotonovelas del destape, rodeado de señoras a lo agente especial rancio, y de ahí al cine quinqui del tirón.
Ayer, entre otras historias, aseguró que al rey emérito Juan Carlos I se le inyectaron "hormonas femeninas e inhibidores de testosterona (etcétera, etcétera) para rebajarle la líbido porque se consideraba un problema de Estado que ese señor fuera tan ardiente”.
Lo confieso sin medias tintas, apruebo el relato de Villarejo porque volvió a abrir la espita de los chistes de pollas que, como bien saben, son el deporte rey en este país, muy por encima del furgol. Y eso siempre es de agradecer.
El excomisario tiene un talento natural para la historieta. Puede relatar cualquier suceso, por rocambolesco que sea, sin necesidad de aportar ni una triste prueba mientras los medios siguen diciendo que "tira de la manta".
Gracias, Osé Manué.