Vivo en Málaga y aquí uno de cada tres contratos firmados dura menos de un mes, eso sin olvidar que muy probablemente algunos de esos contratos esté asociado a un sueldo poco más o menos que basuriento.
Se acercan las elecciones y los saltimbanquis ya han empezado a pegarse pegotes de pleno empleo cortando cintas y a presumir de haber ayudado a empresas a instalarse en la ciudad y a contarnos que estas han creado «nosecuantosmil» empleos, pero de la calidad de los mismos no dicen nada, claro, no es su competencia, pero comer gambas con los empresarios y chuparles la cabeza (puede que a ambos) antes o después de salir en la foto con ellos, para los alcaldables supone «política social».
El mayor castigo que se les puede dar (por mi parte) es no ir a votar.
Que ningún ciudadano español ese día les diera el gustazo, ni para bien ni para mal, nadie a votar.
Que se pongan las pilas estos fantoches, y que se den cuanta de la cruda realidad que se está viviendo en el pais.
Sí, los políticos son mentirosos y los votantes crédulos que solo se quedan boquiabiertos cuando pierden el empleo y les siguen llegando las letras de la hipoteca y ven que en la tele sigue todo igual: políticos con las mismas fantasías de satisfacción porque somos muy afortunados con ellos, sean quienes sean, entonces pasamos al otro canal donde vemos llorar a la gilipollas de turno porque ha nacido una estrella, digo la infanta Sofía. Entonces volvemos a cambiar, a ver, y nos quedamos con un reality de esos, donde se pone verde a no sé quien y, ya se sabe, consuelo de muchos… Alguna vez nos entrará el juicio y nos daremos cuenta de que nuestro voto es nuestro poder. Ayer ví una oferta laboral donde se pedía el perfil siguiente: carrera, inglés (nivel conversación) tres programas informáticos, no tener más de 30 años y de salario 700 euros, contrato de seis meses… Había 130 personas apuntadas. Esa es nuestra realidad.