
Renato era de esos tipos que si le daban una patada en la boca y le echaban abajo todos los dientes enseguida se sentía afortunado pensando en las posibilidades que se le presentaban para poder poner fin de una vez a esa fea costumbre de comerse las uñas y que le estaba dejando los dedos patatones.
Con las primeras farolas, empezó trabajar en un pogüerpoin.
Exprimiendo toda la creatividad positiva que fue capaz de amontonar y bien entrada ya la madrugada lo subió a una web que fosforecía intermitentemente de forma autónoma y congénita y que le dio la bienvenida en 20 idiomas con amimadisimos gifes.
Se fue a dormir con la misma sonrisa que se levantó y en la que que todos repararon al cruzarse con él aquella mañana, tanto los que corrían ofuscados hacia el trabajo como los del ceño fruncido que volvían de buscarlo.
Renato era uno más de esos que poseía la misteriosa virtud de saber detectar lo que es genial y lo que es una mierda aunque en ninguno de ambos casos sepa el motivo.
Renato también sonríe hoy. De todas esas miradas hace una lectura triunfalista.
"Ni sospechan que soy el autor del pogüerpoin más guapo del mundo, soy famoso y no lo saben" pensaba con la sonrisa ya completamente plastificada.
En realidad tenía razón, Renato fue la primera persona que le dio un uso tecnoplasta a este tenebroso programa pensado para urdir presentaciones.
Aquella iniciativa precursora fue enseguida contagio fulminante para millones de personas en todo el mundo.
El creador del efecto endémico de "tiene cien mil trescientos pépéeses nuevos" supo entonces que si aquella noche había sido capaz de expulsar de sí mismo aquella idea tan grandiosa sería capaz de cualquier cosa lo largo de su vida.
Eso sí, Renato se cuidaba mucho de gritar su gesta a las cuatro redes por temor a ser apaleado con mantas mojadas hasta la muerte .
Mucho cuidado, vive entre nosotros, no lo dudes.
Hasta puede que te lo hayas cruzado por tu barrio, lo reconocerás enseguida por un detalle único.
Es feliz.
Hola hay alguién?...