El viernes pasado se llevó a cabo un paseo guionizado del presidente. «Arropado» por los suyos, y toda esa sartenada de jilindreces con las que ha rellenado la prensa este ridículo flashmob del partido popular. Nada nuevo.
Pero convocar a la prensa para alejarla a dos minutos de distancia, como si de un pelotón de destacadas e intocables estrellas se tratara, añade una novedad. La de la escapada campestre por decreto con culo por obligación.
Que se acerquen sólo los gráficos y los saquen guapos, que esos son los que interesan, no preguntan. Los profesionales de la imagen siempre encuentran buenos cuadros, las mejores fotos, imágenes que luego se montarán con gusto y darán bien en los informativos. El resto, que miren sus culos.
Y no es nuevo porque todo periodista y/o gráfico que haya retozado por redacciones locales, y no tanto, ha tenido que asistir a la inauguración de un descampado, o al acto de presentación de la reforma de una remodelación del presupuesto del hueco que dejaba el vacío de lo que aún no existía.
Y a numerosos paseíllos donde no había más que rascar que el busto del mandatario de turno, que monopolizaba la jornada de los medios con un programa de convocatorias con el figureo como único objetivo.
Sin duda, la imagen de aquel día no era la frontal de este desfile pepero entre el follaje, era esta.
La del Gobierno mostrando su culo más lejano a la prensa, que en cautelosa procesión guarda la distancia de seguridad obligatoria. Y escoltados, en prevención de estampidas.

