Siete días han pasado desde que se publicaron las primeras grabaciones de Ferreras y su coleguita Villarejo.
Actualización 25 de julio de 2022. Siguen apareciendo grabaciones, pero ya parece que no levantan tanto revuelo y pasan casi desapercibidas.
Contra todo pronóstico, la movida está teniendo algo más de vida de la habitual.
El resto de predicciones se ha cumplido, ni una sola rata ha saltado del barco y Ferreras negando la mayor. Lo esperable; defensas cerradas, silencios obligados e intentos de críticas tibias de algunos cercanos.
A destacar la de Jordi Évole que intenta escribir algo que parezca una crítica y, por lo que sea, le sale una loa. Será por la falta de costumbre y por aquello de la nómina. Entendible a efectos prácticos, aunque quedará en su libro de asientos.
"La Sexta ha llegado a donde ha llegado gracias a profesionales como Ferreras." Sentencia Jordi. En eso tiene razón, para conseguir podio entre los más mentirosos hay que currárselo porque las plazas están muy disputadas
La APM tampoco sorprende y en su comunicado churretoso, que parece branded content de lo suyo, llama "polémica" a lo de mentir a sabiendas mientras se usan todas las artes mafiosas conocidas para fabricar las mentiras.
Quizá la historia esté durando algo más porque el personal se lo está tomando con bastante calma para opinar y así, el chorreo del columneo va reflotando al difusor de lo burdo.
Con el tiempo han aparecido los tradicionales textos de lavar y guardar la ropa bajo enunciados del tipo "no todos los periodistas somos así", cosa que ya sabemos y que no es, ni ha sido nunca, el tema que nos ocupa. Los pocos que "sí son así" siguen teniendo los altavoces más ruidosos. Ahora amplificados por internet.
Tampoco podemos pasar por alto que mucha gente ha elegido mal el vertedero donde informarse y sigue creyendo que eso es lo que hay y que así debe ser.
Basta recordar las turras que ha dado más de uno en Tuiter cada puñetero fin de semana con eso que llaman tertulias en La Sexta. Gritos, interrupciones, demagogia, frases de azucarillo, posiciones de trinchera inamovibles entre broncas y descalificaciones. El ágora moderno es un estercolero.
Si alguna "disculpa" tiene Ferreras es que no toda la culpa es suya.
Ayuda mucho la futbolización de la política y la chabacanización de la información convertida en entretenimiento a voces, algo que a Ferreras le viene como anillo al dedo. Puede radiar cualquier supuesta noticia, por escabrosa, falsa o compleja que sea, con ese tonillo furgolero de jugada al borde del área que tanto excita al receptor predispuesto y acostumbrado al basureo.
Más allá de toda divagación sobre los detalles de las grabaciones, que tienen muchos momentos para destacar, está esa costra de las orgías entre periodistas, políticos, jueces y policías, todos con su poquito de corruptela distraída y tolerada tan española.
Ese periodista estrellita, por lo general un mediocre con ínfulas que se cree la mano ejecutora del cuarto poder gracias a sus datos de audiencia y que puede usar como arma para levantar o derrocar personas o gobiernos, no deja de ser un títere de las otras tres patas principales del banco. El listo útil.
Los periodistas corruptos son como aquellos verdugos que sólo hacían lo que ellos llamaban "su trabajo" con la máxima profesionalidad. El último, inocente y necesario eslabón de la cadena del matar.
Voy chapando esto ya porque podría seguir dándole al teclado otros siete días seguidos con cosas que están mal en lo sucedido y en las reacciones, pero sé que usted prefiere que le despachen los grandes temas bien masticados y comprimidos en menos de un minuto porque el tiempo es oro. Y en la tele, más.
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Si las náuseas se vendieran yo sería asquerosamente multimillonario.
¡Más arcadismo!