Por si en el mundo no hubiera suficiente violencia "legítima" y de la otra, una batalla campal entre barras de Querétaro y Atlas en el Estadio Corregidora en México durante la segunda parte del partido del sábado dejó al menos 26 heridos provocando la suspensión la jornada 9 de Liga.
Aunque la versión oficial es que no hay ningún muerto, se han recogido testimonios de personas que afirman que no encuentran a sus conocidos y el de una mujer que anunció a una medio de comunicación que su amigo había fallecido.
Sea como sea, las imágenes estremecen. Resulta tan terrible como inconcebible el grado de ensañamiento y la crueldad de las agresiones.
Ahora, muchos critican la postura tibia del presidente de la liga mexicana, Mikel Arriola, porque se esperaban medidas contundentes destinadas a la desaparición de las barras de los estadios.
También se señala los propietarios de los clubes por no mostrar intención evidente de erradicar a estas bandas de delincuentes de los campos, en este caso auténticos asesinos.
Este triste suceso no deja de ser la evolución "lógica" de la escalada de violencia en el fútbol mexicano, y también en otros países, que lleva décadas mostrando avisos preocupantes de una peligrosa "normalización".