Viñeta publicada el 31/01/2021 en CTXT
Pablo Hasél irá a la cárcel por tres delitos, injurias a la corona, enaltecimiento del terrorismo e injurias a las instituciones del Estado. Por cosas escritas en Twitter y por las letras de sus canciones. Se convirtirá en el primer rapero en terminar encerrado por sus ideas y expresarlas.
Cuando se abra del todo el melón de la censura y la limitación de libertades, cualquier tajada será buena. Ya no habrá vuelta a atrás.
Y por aquí unos cuantos periodistas y escritores que también firman
Esto pasa aquí
Cuando nos escandalizamos o nos sorprendemos (o no, dependiendo del país del que se trate), al conocer casos de represión para restringir o impedir las libertades en otros lugares no nos detenemos a juzgar en lo personal al personaje castigado. No nos importa, ni siquiera sabemos si nos cae bien o mal o si sus opiniones o mensajes se ajustan a nuestros sesgos. Simplemente entendemos que cargarse la libertad de expresión es un movimiento peligroso. Y que es un error.
Cuando se supo que a unos yayos militares retirados se les hacía el culo pepsicola con la idea de fusilar de a 26 millones de españoles (hijos de puta, los llamaban), y otras fasciscosas, quisimos que tuvieran su castigo. No importaba que hubieran sido machadas de una parte de los abundantes rescoldos de la decrepitud franquista dichas en la intimidad de su manada digital. También sabemos que al final no pasó nada.
Aquellos fascistas sabían que estas cosas debían decirlas en privado. Si las soltaban en público se arriesgaban a recibir el rechazo del grueso del personal y poco más.
Y ahí está la libertad de expresión, que siempre aparece cuando menos te la esperas. Hasta esos despojos humanos de los militrancos cascados deberían tenerla para expresar cualquier pensamiento. Como también debería tenerla el resto del mundo para poder decirles que sus ideas son una mierda. O para todos o para nadie y ahí debería quedar el asunto.
Lo que lo cambia todo en esta aparentemente simple ecuación es la interpretación de leyes de abstracta y flexible redacción. Esas que tratan sobre los delitos de odio, de apología o enaltecimiento de lo que sea o contra los sentimientos religiosos, que tienen como finalidad convertir en delitos las opiniones o pensamientos expresados sin que exista un hecho material delictivo concreto. Las ideas son finalmente el único delito.
Penalistas abogan por derogar el delito de ultrajes a España, despenalizar las injurias y limitar los de odio
El Grupo de Estudios de Política Criminal (GEPC), formado por más de 200 profesores y catedráticos y jueces y fiscales expertos en derecho penal, ha propuesto derogar el delito de ultrajes a España, despenalizar las injurias y limitar los delitos de calumnias y los de odio, de forma que las expresiones que no inciten directamente a la comisión de un delito queden fuera del Código Penal (CP).
Tenemos un problema
Si una sociedad debe impedir con penas de cárcel la libre elección de expresar públicamente las ideas, así sean ideas de mierda, es que algo funciona muy mal. ¿Quién nos garantiza que un día un gobierno de zumbados no use esas mismas leyes "elásticas" para aplastar cualquier otra idea benigna que puede ser la suya, amable lector?
La libertad de expresión no es libertad de expresión si no le escuece a alguien. Por muy inocente que sea su opinión, no dude que siempre existirá alguien que no sólo no la compartirá. Además le molestará mucho.
Se trata de aceptar que no se puede llamar libertad a algo que hay que acotar con castigos severos en función de quién o cómo se diga algo o a quién o a qué se dirija.
En 2018, una sentencia del Tribunal Europeo de Derechos Humanos, que además condenó a España por imponer una pena de cárcel a dos manifestantes que quemaron la foto de los Reyes en 2007, determinó en estos términos que quemar fotos con el careto de los monarcas es libertad de expresión:
“La libertad de expresión se extiende a informaciones e ideas que ofenden, chocan o molestan” y forman parte de las condiciones de “pluralismo, tolerancia y amplitud de miras sin las cuales no hay una ‘sociedad democrática’”.
Efecto desaliento
Cada día algún político cafre, periodista de tecla bífida, contertulio verborreico, artista venido a menos o tuitero barriobajero suelta alguna porquería. Una de esas basuras dignas de ser limpiada con un manguera de Zotal a presión aparece el debate sobre cómo callarlos.
Entalegarlos a todos ellos no arreglaría nada. Sus ideas no desaparecerían ni los que las comparten. Y me alegra que así sea porque no daríamos abasto pagando impuestos para poder construir las cárceles suficientes en las que cupieran todos.
Cagándonos en la libertad de expresión no construimos ni ganamos nada salvo fugaces pasajes de alegría para el rival ideológico que llorará y pataleará implorando solidaridad cuando le toque.
La cadena de abrir melones ya no se podrá parar. Reclamaremos más y más castigos para el otro mientras la libertad de expresión irá perdiendo todas sus saludables propiedades gracias al miedo.
Con este tema no se puede andar uno con tibiezas. Yo defiendo la libertad de expresión sin peros ni cortapisas, y eso por supuesto incluye la del adversario. Se empieza por quitarle una pluma al pájaro y se acaba cortándole las alas y el pico.
Salud y libertad!
La libertad de expresión es un derecho que se contrapesa a otros derechos. No se, eres libre decir cosas, no eres libre de las consecuencias de esas cosas. Por ejemplo, la protección de datos suele estar por encima de la libertad de expresión, para proteger a victimas de violencia. Pero con libertinaje de expresión total, tendríamos todos los nombres de personas que han sufrido y quizás no quieren tener su nombre públicado en todos lados.
"Libertinaje", mal empezamos. La ley de protección de datos no tiene absolutamente ninguna relación con lo tratado aquí.