¿Por qué ya nadie quiere ser viñetista?

 
¿Por qué ya nadie quiere ser viñetista?

¿Por qué ya nadie quiere ser viñetista? Es la pregunta con pinta de afirmación que se hace Nick Newman, editor de viñetas en The Spectator.

El dibujante inglés cree que hay una falta de sangre nueva en la industria que no augura nada bueno para el futuro, somos una especie que se desvanece y enumera las que cree que pueden ser las causas.

Aunque no es el primer texto con tono tremendista que leo sobre el asunto de ser viñetista, algo de cierto hay en casi todos ellos. Algunas firmas emblemáticas en diarios de todo el mundo han perdido su trabajo en los últimos años. (1) , (2), (3), (4).

Aunque también es cierto que este es un tema recurrente en nuestra profesión y generaciones anteriores también se hacían esta pregunta bajo un planteamiento tan romántico como poco esperanzador vaticinando que esto del viñeteo editorial agonizaba sin herederos.

Newman considera que las viñetas siguen siendo muy "queridas", que se tuitean, comparten, se publican en Instagram; se vuelven virales, se imprimen y se pegan en las neveras y que el tipo de viñetas creadas por Sir Osbert Lancaster en la década de 1930, siguen siendo una forma de arte particularmente británica que se aprecia. Los editores colocan chistes tópicos en las portadas de los periódicos, una práctica rara vez vista en Francia, Alemania o Estados Unidos.

Competencia feroz, menos espacios

Frente a su popularidad, las oportunidades para el viñetista se han reducido. Desde la muerte de Punch, los principales medios para los dibujantes independientes son Private Eye, The Spectator y The Oldie, y la competencia es feroz. Private Eye recibe más de 500 propuestas por número y publica hasta 50.

Todos los periódicos solían tener dibujantes habituales, ahora sólo unos pocos sobreviven. En tiempos difíciles para los medios impresos, las viñetas son a menudo las primeras en desaparecer. "Muchos de nosotros perdimos el trabajo cuando se anunció el cierre", recuerda Newman.

Muy pocos pagan mucho, otros muchos muy poco

Otro problema es el económico. Newman destaca que "algunas publicaciones no han subido sus tarifas desde antes de la caída del Muro de Berlín, mientras que otras pagan tan sólo £ 50 por pieza.

Compare eso con el New Yorker, que según se informa paga entre $ 700 y $ 1,400 por viñeta, dependiendo de la antigüedad del artista".

"Una editorial británica me preguntó una vez: "Si pagamos más, ¿serán más divertidos los chistes?". Ojalá hubiera dicho que sí.

No todo es dinero

Para Newman no sólo el dinero es lo que disuade a los nuevos talentos. También hay miedo al fracaso. El rechazo es una forma de vida incluso para los dibujantes experimentados y los "copos de nieve" de hoy no pueden soportarlo.

"Recientemente animé a un joven y prometedor viñetista a probar en The Spectator, lo que hizo con éxito inmediato. Aunque le advertí: ‘Serás rechazado. Todos son rechazados‘. Después de dos problemas de "no, gracias", dejó de dibujar viñetas".

Esta forma de trabajar no es habitual aquí, en España cada medio tiene a sus dibujantes. En la gran mayoría de los casos son colaboradores externos "fijos"que trabajan como autónomos sin compromiso de permanencia firmado y como no siempre consiguen trabajar para varios medios al tiempo, cuando el medio decide prescindir de ellos se quedan con las patas colgando.


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Why does no one want to be a cartoonist any more?
The lack of new blood doesn’t bode well for the industry’s future. We are a vanishing species.

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2 comentarios en «¿Por qué ya nadie quiere ser viñetista?»

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